sábado, 7 de julio de 2012

LOS ORNAMENTOS SACERDOTALES






LOS ORNAMENTOS SACERDOTALES

Importancia. En el Antiguo Testamento, sombra débil de las maravillas y misterios del Nuevo, Dios había prescripto ornamentos tan ricos y bellos para las ceremonias del culto “para que Aarón y sus hijos se cubriesen con ellos para acercarse del altar y servir en el santuario y que no murieran a causa de su pecado” (Éxod. 28, 43). Con mayor razón quiere Dios que la Iglesia, su Esposa amada, se presente en el altar con el atuendo más bello. Pues allí ella celebra el augusto sacrificio que le da, en el exilio de la tierra, un anticipo de las alegrías y delicias del banquete nupcial que gustará eternamente con el Cordero en la patria celeste.
Necesidad. Para el sentimiento cristiano sería, a primera vista, un crimen contra los divinos misterios celebrar el santo sacrificio con ropa ordinaria. La majestad de la acción eucarística, el respeto por el divino sacramento exige vestimentas particulares para la celebración de la Misa. El concilio de Trento declara que se trata de prescripciones y la tradición de los apóstoles.
Historia. En los primeros tiempos del cristianismo, es decir cuando todavía vivían los apóstoles y sus inmediatos sucesores, la forma de los ornamentos sagrados no difería o difería muy poco de las vestimentas de la vida común. Sin embargo, los vestidos sagrados se distinguían de los vestidos profanos, ya que eran de materiales más preciosos y eran destinados especialmente a la celebración de los sagrados misterios y solamente se utilizaban para ese fin. En general se conservaron las formas antiguas hasta los siglos XVI y XVII. Entonces se perdió mucho el respecto por la tradición, la viva inteligencia del fin litúrgico y del simbolismo de los ornamentos sagrados.
Bendición. Todos los ornamentos litúrgicos del celebrante, incluso el cíngulo, deben ser bendecidos antes de ser utilizados. Esta bendición data de los primeros siglos, y es obligatoria.
Simbolismo. En el culto divino nada es puramente exterior, todo es imagen y signo, todo es espíritu y vida. La Iglesia se esfuerza por transfigurar, espiritualizar las cosas materiales mediante relaciones más elevadas a los sentidos, para dirigir en todo la inteligencia de los fieles hacia lo invisible, divino y eterno.
Sucede de esta forma con los ornamentos sagrados, tienen el alcance y el valor de símbolos. En efecto, no se relacionan tan solo de una manera general a la majestad del sacrificio divino, sino que expresan diversos misterios apropiados para alimentar la piedad de los fieles.
El sacrificio eucarístico es la representación viva, la renovación misteriosa del sacrificio de la cruz. Por este motivo, se relacionan los ornamentos sagrados con los vestidos que usó Nuestro Señor durante su pasión, o con los instrumentos que sirvieron para torturarlo o hacerlo objeto de burlas.
Simbolismo general. El sentido alegórico de los ornamentos (es decir su referencia a la Pasión de Nuestro Señor) no se encuentra expresado en la liturgia, sino que se encuentra en los diversos autores litúrgicos y ascéticos, discrepando unos de otros a menudo. La explicación más generalmente adoptada es la siguiente. El amito puede significar la venda que cubrió el rostro de Nuestro Señor cuando los judíos lo abofeteaban diciéndole que profetizara quién lo había golpeado. El alba representa la vestidura blanca con que Herodes hizo revestir a Nuestro Señor para librarlo a las burlas de su corte. El cíngulo es la imagen de las cuerdas con que Nuestro Señor fue atado en el Jardín de los Olivos por los soldados, con las cuales fue también atado a la columna para ser flagelado, y de los látigos que desgarraron su carne durante la flagelación. El manípulo de las cadenas con que ligaron las manos de Nuestro Señor como si fuera un malhechor. La estola nos recuerda el pesado madero de la cruz que Nuestro Señor llevó voluntariamente hasta el calvario. La casulla es el símbolo del manto púrpura con que los verdugos de Jesús lo cubrieron después de su coronación de espinas.
Considerados de este modo, los ornamentos sacerdotales nos muestran como, en su camino hacia la gloria, el Salvador bebió el agua del torrente (Sal. 109, 7), es decir vació el cáliz de los sufrimientos y humillaciones. Contemplando esos hábitos sacerdotales debemos reavivar en nosotros los sentimientos más ardientes de amor, compasión, arrepentimiento y esperanza.
Simbolismo litúrgico. En el sentido moral, los ornamentos sagrados designan diversas virtudes con las cuales debe revestirse el sacerdote, según el modelo invisible, Jesucristo, cuyo lugar ocupa en el altar. Esta significación es a menudo expresada por la liturgia en diferentes oraciones. Más adelante expondremos en detalle el significado para los seis ornamentos sacerdotales de la Misa: el amito, el alba, el cíngulo, el manipulo, la estola, la casulla.

Una catequesis  sobre los ornamentos litúrgicos.  Del papa Benedicto
Durante la solemne y emotiva Misa en la que participaron cardenales, arzobispos, obispos y presbíteros presentes en Roma; se renovaron las promesas sacerdotales y se bendijeron los santos óleos.
El Papa comenzó su extensa homilía recordando al autor ruso Leone Tolstoi, quien narra en un cuento cómo un pobre pastor ruso enseñó a un rey quién era Dios proponiéndola un cambio de vestidos y ejemplificar así cómo Jesús, siendo Dios, se despojó de su potestad para hacerse hombre.
“Es esto lo que sucede en el bautismo: nosotros nos revestimos de Cristo, Él nos entrega sus vestidos pero éstos no son una cosa externa. Significa que entramos en una comunión existencial con Él, que su ser y el nuestro confluyen y se compenetran mutuamente”, dijo el Pontífice.
“Esta teología del Bautismo –continuó- retorna de modo nuevo y con una nueva insistencia en la Ordenación sacerdotal. Como en el Bautismo se realiza un ‘cambio de vestidos’, un cambio en el destino, una nueva comunión existencial con Cristo, así también en el sacerdote se produce un intercambio: en la administración de los Sacramento, el sacerdote actúa y habla ahora ‘in persona Christi’ (en la persona de Cristo)”.
El Santo Padre explicó que así, en los Sacramentos “se hace visible de modo dramático aquello que el ser sacerdote significa en general; aquello que hemos expresado con nuestro ‘Adsum – aquí estoy’ durante la consagración sacerdotal: estoy aquí para que tú puedas disponer de mí”.
El Papa recordó a los sacerdotes del mundo que “en el momento de la Ordenación sacerdotal, la Iglesia   nos ha hecho visible y tangible esa realidad de los ‘nuevos vestidos’ incluso externamente, mediante el ser revestidos con los ornamentos litúrgicos. En este gesto externo ella quiere hacernos evidente el evento interior y la tarea que nos viene de él: revestirnos de Cristo; entregarnos a Él como Él se entregó a nosotros”.
“Quisiera por tanto, queridos hermanos, explicar este Jueves Santo la esencia del ministerio sacerdotal interpretando los ornamentos litúrgicos que, precisamente, por su parte, quieren ilustrar qué cosa significa ‘revestirse de Cristo’, hablar y actuar ‘in persona Christi’”, dijo el Papa.
La vestimenta litúrgica y el sacerdocio
El Papa abordó la explicación simbólica de los ornamentos litúrgicos comenzando por el amito, la tela blanca que los sacerdotes se colocan en primer lugar alrededor de la nuca y el cuello.
“En el pasado, éste se colocaba primero en la cabeza como una especie de capucha, convirtiéndose así en un símbolo de la disciplina de los sentidos y del pensamiento necesaria para una justa celebración de la Santa Misa”.
Al respecto, el Pontífice explicó que “los pensamientos no deben vagar aquí y allá detrás de las preocupaciones y las expectativas del día; los sentidos no deben ser atraídos de aquello que allí, al interior de la Iglesia, casualmente quisiera secuestrar los ojos y los oídos”.  “Si yo estoy con el Señor, entonces con mi escucha, mi hablar y mi actuar, atraigo también a la gente dentro de la comunión con Él”.
Al referirse luego al alba y la estola, el Papa recordó que las antiguas oraciones hacen referencia al vestido nuevo que el hijo pródigo recibió del padre; y por tanto, “cuando nos acercamos a la liturgia para actuar en la persona de Cristo nos damos cuenta de cuán lejos estamos de Él; cuanta suciedad existe en nuestra propia vida”.
Es precisamente la sangre del cordero, citado en el Apocalipsis,  la que “a pesar de nuestras tinieblas, nos transforma en ‘luz en el Señor’. Al ponernos el alba debemos recordarnos: Él también ha sufrido por mí. Es sólo porque su amor es más grande que todos mis pecados, que yo puedo representarlo y ser testigo de su luz”, explicó el Papa.
El Papa explicó luego que el alba también recuerda “el vestido del amor “que deben llevar todos aquellos invitados al banquete del Novio, Jesucristo, para poder participar dignamente.
Por eso, señaló que “ahora que nos preparamos para la celebración de la Santa Misa, debemos preguntarnos si llevamos el hábito del amor. Pidamos al Señor que aleje toda hostilidad de nuestro interior, que nos quite todo sentido de autosuficiencia y que nos revista verdaderamente con las vestiduras del amor, para que seamos personas luminosas y no pertenecientes a las tinieblas”.
Benedicto XVI agregó luego unas breves palabras sobre la casulla que, según explicó, simboliza el yugo del Señor. “Llevar el yugo del Señor significa ante todo: aprende de Él. Estar siempre dispuestos a asistir a la escuela de Jesús. De Él debemos aprender la pequeñez y la humildad –la humildad de Dios que se muestra en su ser hombre”, explicó.
“Algunas veces –concluyó el Pontífice- quisiéramos decirle a Jesús: Señor, tu yugo no es para nada ligero. Más bien, es tremenda mente pesado en este mundo. Pero al mirarlo a Él que ha cargado con todo –que en sí a probado la obediencia, la debilidad, el dolor, toda la oscuridad, entonces todos nuestros lamentos se apagan”.
“Su yugo es el de amar con Él. Y mientras más lo amamos, y con Él nos convertimos en personas que aman, más ligero se vuelve nuestro yugo aparentemente pesado”.
“Oremos para que nos ayude a ser junto con Él personas que aman, para experimentar así siempre más cuán bello es portar su yugo”, 


No hay comentarios:

Etiquetas